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¿Es posible que lo moral pueda no serlo en función de la salud mental?

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¿Es posible que lo moral pueda no serlo en función de la salud mental?

Los seres humanos tenemos en la palabra un don maravilloso y paradójico pues si bien nos ayuda a entender lo que es nuestra realidad, no deja de jugarnos pasadas. Unos ejemplos:

Escribir al DR. Mauro Hoy

En clases de epistemología ofrecía la exoneración de exámenes a quien pudiera descifrar la siguiente afirmación: “Toda declaración científica es relativa, incluyendo esta.” Nunca logré tener la satisfacción de exonerar a alguno de mis muy inteligentes estudiantes.


Otro ejemplo: En consejería de pareja a veces digo “cuando la mujer quiere dominar al hombre, le quita carácter; y cuando este quiere dominar a la mujer, le quita dignidad”, y usualmente las personas están de acuerdo hasta que les aclaro la inconsecuencia.


Seguramente usted ya ha descubierto la intención de estas breves ilustraciones: poner una pequeña luz sobre la realidad de que el lenguaje nos domina y no deberíamos confiarnos tan rápido en lo que nos sugiere. Un caso específico: en la relación entre moral y verdad cuando juzgamos la conducta propia o ajena.

Porque, fuera de la consigna social que las describe en pro de la preservación comunitaria, en lo que es la experiencia personal, se da en dos planos distintos: la moral tiene que ver con lo meta-psicológico (la intención del ser en su manejo de gratificación y culpa) mientras que la verdad es judicial (lo que es correcto en la conducta propia o ajena). A veces nos confundimos y declaramos “la verdad sobre tal situación debe conocerse porque es lo moralmente correcto”, sin importar si con esa declaración se daña a otros en un sentido que supera la satisfacción del ego (“hice lo correcto” como equivalente a autocomplacencia en detrimento de la salud mental del otro).


Creo que una solución a este posible dilema se puede presentar de la siguiente manera: confrontando la escala de valores con la escala de valoración.


La escala de valores es la que nos guía en el espectro desde lo óptimo a lo peor en el sentido moral. El riesgo se da en poner seudovalores como material útil para una racionalización que nos proteja de ver nuestros propios egoísmos. Estando a resguardo de este riesgo, considero válido tener dicha escala como referente válido.


La escala de valoración, por su parte, nos orienta a considerar quiénes nos importan más en cuanto a las consecuencias de nuestras acciones, en función del mayor bien posible.


Puede que en algunos casos la ecuación se dé sin mayores problemas: le digo la verdad sobre la situación x = es lo mejor para la otra persona (y por lo tanto, para mí también).


Pero a veces le digo la verdad sobre la situación x = daño grave en la otra persona. En este caso, ¿qué hacer?, ¿qué debe prevalecer, los valores o la valoración?, ¿la valoración al otro debe hacerme ir contra mi idea de la verdad?, ¿y si, de repente, lo que yo creo que es verdad no lo es sino una interpretación de mi mente y hago daño en nombre de una autenticidad que no es tal?, ¿mentir no sería peor que una verdad dolorosa?, ¿dónde está mi conciencia y cómo manejo posibles sentimientos de culpa si determino que la valoración es más importante que los valores? Estas y otras preguntas pueden alzarse sin respuestas definidas. Es que eso es parte de la naturaleza humana: plantearse problemas que a veces no puede solucionar, dejándose guiar finalmente por la intuición de querer hacer lo mejor.
Atentamente,


Dr. Winston Villamar.

Venta de libros del Dr. Mauro