COMO PADRE ES EL MEJOR, PERO COMO ESPOSO EL PEOR
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Soy una mujer casada de 37 años. Mi esposo y yo siempre quisimos hacer una familia, por eso tuvimos tres hijos con los que yo me siento feliz. El problema es que desde que nació la mayor, para él yo dejé de ser importante, todo el tiempo se lo dedica los hijos, y nunca saca tiempo para nosotros. Como padre es el mejor, pero es un esposo ausente, casi no tenemos relaciones, y nunca salimos juntos solos.
Esta es una situación muy común en nuestra cultura. Los hijos son tan deseados y amados que ocupan todo el foco de atención del padre, de la madre o de ambos. Es con el nacimiento que se da un cambio total en la interacción de la pareja, en la cual tanto él, como ella, pasan a un segundo plano, y son los hijos los que acaparan todo el protagonismo.
Bajo esta dinámica, el rol de padres se cumple a cabalidad, pero la relación de pareja se va deteriorando paulatinamente hasta el punto que las actividades mutuas desaparecen y se crean un distanciamiento emocional y muchas veces sexual.
Cuando esto le sucede ambos miembros de la pareja, es común que la vida siga sin tropiezos, y el convivio de uno y otro es estrictamente parental, es decir, viven en función de los hijos. Sin embargo, cuando esto le sucede solo a uno de los dos, la otra persona percibe el debilitamiento del vínculo y experimenta un vacío emocional y sexual que puede poner en peligro la continuidad del matrimonio.
Ante esta situación es de vital importancia propiciar una conversación en tono conciliador, y amigable, destinada a que el otro miembro de la pareja se percate de lo que está sucediendo y busquen ayuda profesional para superarlo.