Esta glándula suele ser muy noble durante los primeros cuarenta años de vida, pero a partir de esa edad comienza a experimentar agrandamientos, que conforme pasan los años, se vuelven cada vez más molestos.

Este examen, aunque sumamente útil, produce pavor en la población, porque resulta una amenaza a la masculinidad. De manera que son muchos los varones que no están dispuestos a tal revisión, exponiéndose a un riesgo considerable de sufrir un cáncer prostático avanzado.

En la actualidad, se han ideado dos técnicas diagnósticas menos engorrosas. Una de ellas, consiste en un examen de sangre, con el cual podemos inferir algunos datos sobre la presencia de un proceso canceroso prostático. El ultrasonido también da su aporte, y junto con los dos métodos anteriores, conforman la valoración integral de esta glándula. Lo idóneo, es que al menos una de ellas se realice anualmente, a partir de los cuarenta años.

Los crecimientos prostáticos prácticamente atacan a todos los varones conforme pasan los años, y este agrandamiento no guarda relación con la vida sexual, ni con ninguna otra variable conocida en la actualidad. Parece ser parte del proceso de envejecimiento humano.

Afortunadamente, son pocos los agrandamientos que son producto de un cáncer; la mayoría son lesiones benignas que se resuelven fácilmente con operaciones simples, que casi no alteran la sexualidad.

Los tratamientos de las lesiones cancerosas son mucho más amplios, y suelen producir lesiones en los nervios genitales; con frecuencia pueden tener repercusiones en la esfera sexual, sobre todo si el diagnóstico se realiza en estados avanzados.

Al igual que con otros cánceres, se desconoce la causa del cáncer de próstata; sin embargo, se sabe que su frecuencia es menor en los pacientes que consumen diariamente frutas, verduras, y legumbres, y en los que realizan ejercicio diario y tienen dietas bajas en grasa, de manera que este es el aporte que el paciente puede brindar en su lucha contra el cáncer.