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UN PERO MÁS

GRADUACIONES

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GRADUACIONES

La pobreza individual y la pobreza de las naciones surgen cuando no somos capaces de producir a granel o cuando produciendo con creces desperdiciamos lo producido. Por eso vemos con dolor una absurda ecuación académica que se ha impuesto en nuestro país.

Escribir al DR. Mauro Hoy

El estudiante que alcanza el último año de su licenciatura aprobando exámenes, coloquios, presentaciones, tesis, y cuanto requisito espurio o autentico se requiera, tiene que espera de tres a seis meses para poderse graduar. Durante eso lapso, siendo ya un profesional calificado, resulta que no puede ejercer porque le falta la bendición de la graduación.

No es posible que centenares de profesionales queden atrapados en las redes de la burocracia, no es posible que un requisito insulso, atrase la incorporación de tantos nuevos profesionales al proceso productivo del país. Lo hemos señalado, lo que cuesta que un hijo  se gradúe, lo que ansían tantas familias porque ese hijo gane como profesional, la desesperación que representa 90 a 120 días esperando una ceremonia.

Las celebraciones,  las galas, la parafernalia, lo pomposo, lo solemne, lo protocolario está bien en el tanto no atente contra el ejercicio de una profesión. Debemos recordar que todas estas ceremonias se conceptualizaron con la idea de dar un reconocimiento público y expreso al graduando, para que sus maestros, sus colegas y sobre la familia celebraran con bombos y platillos tan magno evento. La idea ante todo fue celebrar, pero nunca convertir la graduación en una traba para el progreso individual, familiar y del país mismo.

Pongámosle precio a esta situación. El salario de un licenciado suele ser superior a los 500 mil colones, eso quiere decir que si bajo ese compás de espera mantenemos a 1000 profesionales por tres a seis meses, eso le cuesta al país más de  1500 millones de colones. Suma que no solo no entra a las arcas de la familia, sino que se acompaña del gasto que significa mantener por tres a  seis meses a ese hijo que no puede ejercer su profesión.  Y a este debacle de números en rojo debemos sumarle todo el beneficio que no recibe el país, al no contar con estos profesionales.

Tenemos que entender que el desarrollo se tiene que conseguir a expensas de las grandes y de las pequeñas cosas. Los países pobres no podemos desperdiciar recursos, no podemos desperdiciar horas profesionales, no podemos desperdiciar el progreso. Hemos convertido cada graduación en un pero más, en una traba más, en una auténtica maldición.

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