Para muchos es una sorpresa ese hallazgo de la ciencia que indica que el tamaño del pene varía muy poco de un hombre a otro. Esta incredulidad surge de una característica muy particular del órgano masculino: cuando está flácido, sin erección, tiene la capacidad de variar su tamaño acorde a diversas circunstancias.

En situaciones de estrés, frío y tensión, tiende a encogerse y verse más pequeño. Por el contrario, en ambientes calurosos y en situaciones relajadas, aumenta sus dimensiones. En las personas con sobrepeso, el pene suele esconderse bajo los repliegues de grasa del abdomen y puede verse diminuto.

Esa es la razón por la cual a veces en un camerino, en un vestidor, o hasta en un orinal, observamos varones con penes muy grandes y a otros que tienen penes realmente diminutos. Esas diferencias evidentes a la vista suelen obedecer a los factores que mencionamos, es decir, a la presencia de tensión, stress, relajación, altas o bajas temperaturas o confort. Y esas mismas diferencias suelen desaparecer cuando el pene está erecto.

Cuando hay una erección, el pene que luce pequeño aumenta mucho su tamaño y el pene que en reposo luce grande, aumenta su tamaño pero de forma moderada. Una vez erectos, la diferencia en las dimensiones y medidas de los penes de diversos varones es muy poca. No en vano a la erección se le denomina el gran igualador.

Por esa razón resulta engañoso medir el miembro masculino en estado de reposo. La variabilidad es tal, que en un mismo individuo se registrarían mediciones con grandes diferencias acorde a la situación imperante. De tal  forma que la manera adecuada para medir el pene es durante la máxima erección.

Desdichadamente, lo que sí es cierto es que abundan varones que, teniendo un pene de tamaño normal, viven acomplejados porque creen que su pene no terminó de desarrollarse. Todo porque como cualquier  órgano masculino en estado de reposo, a veces tiene un tamaño pequeño.