Si nos propusiéramos hacer un análisis del valor de términos como “cariño, amor, soy tu amigo, te amaré siempre, tú vales mucho, ternura, cuenta conmigo, etc.” y comparamos el peso conceptual de estas palabras (o frases) con la que tenían en tiempos previos (los pre-técnicos), veríamos como han ido perdiendo la densidad necesaria para que sean significativas para nuestra salud mental. Este vacío de significaciones ha venido revelándose especialmente en las culturas que pomposamente se han llamado de primer mundo, y que con el fiasco que se hace manifiesto con su psicopatología actual, deja sin los “padres patrones” a aquellos que buscaban cobijarse en la quimera de los mejores mundos que no eran los suyos. Así, las paradojas se multiplican, de las cuales quisiéramos presentar en este breve ensayo, tres de las más importantes:

1. Como todo sistema cultural dominante no se desestructura bruscamente, sino a través de más de una generación, vivimos en una incertidumbre sobre el futuro de nuestra salud mental. Por ello no deja de sorprender declaraciones sobre el tema que asombran por su ingenuidad, y que vienen de reputados centros dedicados a la salud mental (un ejemplo: hace poco una universidad europea sostenía que las personas más bellas son las más inteligentes).

2. Las respuestas a la incertidumbre siempre se dan en función de teorías que cada vez son más organicistas y técnicas. Por ello se da en ciertos casos un abuso de la farmacoterapia (la cual siempre será útil si se usa pertinentemente), o cada vez como que nos molestara ser humanos, y andamos buscando androides o equivalentes (aún sabiendo que esto nos quita el rasgo más hermoso de nuestra humanidad).

3. El panorama de la vida en grandes ciudades atrae a casi todo el mundo por las comodidades que ofrecen estas, pero cuando uno revisa los sistemas de vida de las megalópolis (piénsese, para el caso, por ejemplo, en una ciudad japonesa), la reacción que suele darse, en función de la salud mental es la de cuestionarse si realmente vivir así trae la satisfacción de las necesidades reales para gozar de una buena salud mental.

Al tenor de estas reflexiones, y siendo que este escrito se da sobre todo en función intimacista, permítame hacerle una pregunta: ¿Cuál cree usted que sea la palabra (o frase) que más le ayuda para sentirse bien, desde el punto de vista de su salud mental? Un ejercicio simple para responder podría ser que usted escriba todo lo que se le ocurra, luego, que califique a cada ocurrencia desde el 1 al 10, según su grado de importancia, y que finalmente, de las que hayan recibido las más altas notas, escoja la o las que usted sienta que son las que usted necesita recibir como nutriente para su salud mental. De aceptar este simple ejercicio, usted tendría que avanzar a otro, el cuál es ubicar de dónde podría venir este mensaje pro su salud mental, habida cuenta que hemos considerado la levedad conque actualmente se utilizan términos fundamentales para nuestra salud mental. Bajo experiencia clínica al respecto he encontrado tres tipos de personas: Los que dicen que no tienen a nadie que les dé el sano mensaje con credibilidad; los que sostienen que ellos mismos pueden hacerlo, sin necesidad de otros; y los que, con mayor o menor discernimiento, encuentran una fuente nutriente creíble. Desde mi punto de vista, los dos primeros tipos están equivocados pues siempre se da la opción para el tercero. Solo es asunto de revisar bien a los que nos rodean.

Atentamente,

Dr. Winston Villamar.