¿El “Pas de Deux” o el “Pas de Trois”: cuál es más bello?, esta es una pregunta que se hacen algunos cultores y/o admiradores del ballet. Recuerdo en mis tiempos de estudiante de medicina, que haciendo pasantía en un hospital infantil, encontré a una madre que mecía entre sus brazos a su niño, quien había nacido con el síndrome de gargolismo (rostro que semeja lo monstruoso de las gárgolas, dentro de un cuadro clínico que determina que el niño fallezca al poco tiempo de nacido), y a quien le cantaba como “mi hermosura”. Considerando el amplio espectro de lo que se considera bello (¿acaso ciertos diarios no tienen una sección que llaman “vida social” donde solamente presentan “gente bonita”?), discrepo con la definición que da el diccionario de la Real Academia de Lenguas, cuando la define como “propiedad de las cosas que hace amarlas, infundiendo en nosotros deleite espiritual”. Hay muchas cosas que nosotros podríamos considerar bellas pero que no nos hacen amarlas ni tampoco nos proporcionan deleite espiritual (imagínese, por dar un ejemplo, una extraordinaria tormenta tropical, en dos instancias: viéndola desde un escenario seguro para nosotros o experimentándola directamente, en el ojo de ella). Y así... podríamos seguir disgregando sobre la belleza, solamente para ilustrar lo difícil que es definirla, aunque algo sí es cierto en relación a ella: todo ser humano puede experimentarla. Y posiblemente, por esta misma universalidad en la posibilidad, no podemos crear un sentido genérico para ella. Cada quien la vive de acuerdo a factores que se dan en cada persona y que la predisponen a dicha apreciación. 

Por el lado de la salud mental queremos proponer dos tesis sobre la belleza:

Tesis 1. La belleza consiste en un estado de contemplación interna y externa de lo que es gratificante para el individuo.

Tesis 2. La belleza se da en el carácter de la persona.

En relación a la tesis primera, el término clave es la “gratificación”: es bello lo que nos hace bien, lo que nos trae alegría, lo que nos hace sentir en paz, lo que nos mueve a una realización sana de nuestro potencial como seres vivientes.

En relación a la tesis segunda, el que se dé en el carácter hace que desechemos el que lo sea en la personalidad. El gran negocio del consumismo e hiperconsumismo se da en la pretensión de hacer a una persona bella en su apariencia, aunque por dentro esté corroída por la miseria espiritual. Así, una de las desviaciones de la tan altruista medicina reparativa se da en la oferta de hacer a una persona “más bella” cambiándole o alterándole alguna parte de su cuerpo. O en el caso de los asesores de imagen que le enseñan como mirar, como sonreír, etc., con el fin de parecer más simpático. Los ejemplos en esta línea negativa abundan. Al contrario, poniendo énfasis en el carácter, la belleza que podríamos encontrar ahí es una de estructura del ser, la que de hecho se va a revelar en la personalidad, pero haciendo de esta ya no una máscara (el origen etimológico de personalidad es máscara), sino una manifestación del carácter en sí, revelando a un individuo con ciertas características que “podrían” ser bellas. Cada quien tiene sus propias ideas de lo que es una bella persona. Yo tengo las mías, seguramente usted también tiene las suyas. Podría ser interesante que compartamos nuestros puntos de vista. O mejor aún, que usted lo haga con sus seres queridos que le rodean.

Atentamente,

Dr. Winston Villamar.

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En relación al boletín anterior (¿Cómo funcionan la meritocracia y el eficientismo en la salud mental?), no hemos recibido preguntas o comentarios.

Últimos libros del Dr. Winston Villamar:

El Dr. Villamar ha completado su trilogía de literatura reflexiva, con tres obras, usando en cada una de ellas el recurso alegórico:

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